Amado Nervo
Este
libro, Místicas, presenta una unidad temática: la religiosidad y es el que
le ha valido al autor que la crítica le adjudicara el apelativo de poeta
místico. El título del libro, su tema y el hecho de que el poeta estuviera
durante algún tiempo en el Seminario de Zamora han sido y
sigue siendo un condicionante a la hora de valorar la poesía de Amado Nervo. Es
cierto que hay en algunos poemas recuerdos de lo que fue la vida del autor en
el Seminario pero también se apuntan, en otros, ciertos rasgos de sensualismo
que llegarán hasta el erotismo en poemas como Lubricidades triste y El prisma roto, pertenecientes ambos
a Poemas (en el segundo hay una clara influencia de El Cantar de
tos Cantares).
Es
a partir de la publicación de estos Poemas en 1901, cuando poco a
poco comienza Nervo a dejar sus influencias juveniles y a evolucionar hacia la
madurez. En París, donde reside durante algún tiempo, conoce a Rubén Darío y a
los escritores parnasianos de quienes aprenderá una técnica algo más objetiva
de la que hasta entonces había ensayado (simbolismo).
Aportaciones a la novela
El
donador de almas, publicado en 1899: un doctor recibe de un buen amigo el
regalo de un alma: un alma bella, de mujer. Luego, el cuerpo del doctor, en el
que conviven las dos almas fundidas, la suya y la de Alda, que le fue donada,
se convierte en símbolo y centro de muchas dualidades: lo masculino y lo
femenino, el espíritu y lo material, la razón y el sentimiento, la frescura y
la decadencia del mundo, el alma y lo terrenal: Sintió el doctor entre sus
labios como la sombra de frescura, tenue y casta, de un beso de adiós; el
fantasma de un beso.
Mencía,
publicada en 1907, llamada originalmente Un sueño, título que el mismo
autor antepuso al que había ideado en principio, Segismundo o la vida es
sueño, para evitar “la inmensa sombra de Calderón”. Los protagonistas son un
orfebre y un rey, cuyas vidas están separadas apenas, como por hebras de nube:
uno de los dos está soñando al otro. La felicidad sencilla y la soledad se
entrelazan, conviven y luego se encaran entre los vapores del sueño: Los
hombres volaban, Mencía, y eran mucho más libres… pero no felices.
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