“En suma la historia podrá esclarecer el origen de
muchos de nuestros
fantasmas, pero no los disparara.
Solo nosotros podemos
enfrentarnos a ellos”.
El laberinto de la
soledad
Las
sociedades sucumben al paso del tiempo y solo quedan restos o huellas de lo que
en un presente remoto fue su esplendor, sin embargo la historia guarda en sí
misma, las voces que quedaron ocultas en el transcurrir. Durante el paso de las
épocas hay grandes trasformaciones sociales, culturales, económicas y
demográficas que marcan una brecha entre el antes y el después de la humanidad.
Deja impresa en la memoria colectiva una huella imborrable, que necesariamente
módica de manera sutil la forma en que nos movemos y actuamos en el mundo,
nuestro estar en el mundo.
Los seres humanos hemos trascendido todas
las barreras impuestas por la naturaleza, en nuestro incesante deseo de
conocimiento, de saber y un afanoso querer dominar la naturaleza y el deseo de
imponer nuestro poderío, sobre el mundo existente. Es así como creamos un nuevo
mundo a partir del ya construido, un mundo cultural, donde se establecen
diversos sistemas de normas y leyes para la convivencia, este nuevo mundo es
gobernado por la razón legisladora, que se impone a las formas del sentimiento,
en busca del progreso o desarrollo. Llevan fija la mirada un futuro que se
aproxima, pero jamás llega.
El nuevo mundo parece que ha perdido
sensibilidad, su mirada permanece fija al porvenir, no titubea ni descansa.
Mientras el futuro se vuelve cada día más lejano, el presente se vuelve
insoportable y el pasado deja de importar, en tanto que ya nada tiene que
aportar a un futuro mejor, las esperanzas hunden sus raíces en la posibilidad
de una vida mejor. Los avances científicos y tecnológicos son inminentes, pues
se pone una fe ciega en la racionalidad instrumental. No se pueden negar de
ninguna manera estos avances, pero habría que reflexionar si en realidad proporcionaran una mejora en las
condiciones de vida de la comunidad, sin embargo no es tema fundamental de este
escrito. Las voces de los sujetos históricos se pierden en la reconstrucción de
los hechos, donde algunos personajes toman relevancia y todas las personas que
pertenecieron al pueblo, ciudad, país,
en definitiva el espacio histórico que
no solo los hace participes, sino le imprimen vitalidad, hacen de la
ciencia histórica, una ciencia viva.
En este sentido la historia como ciencia
tiende a la universalidad, suprimiendo miles de voces que se pierden en el
tiempo y espacio. Rostros que sin nombre que han quedado en el olvido. Luis
González va en otra dirección en la que se orienta por generar una historia
social donde cuenta el grupo o la colectividad. En esta nueva propuesta
desaparecen los mesías, caudillos militares y políticos y es la sociedad quien
se convierte en el gran personaje de la historia.
México es ante todas las cosas, un mosaico de paisajes y
pueblos que hay que conocer, reconocer y entender como parte de una diversidad
original, enriquecedora y, sobre todo, persistente. Para Luis González la imagen de México a fin de cuentas, era una construcción centralista
que había que empezar a ponderar y balancear con información y análisis de lo
sucedido en los diversos espacios de la geografía y la vida nacionales. Para
nuestro autor cuando se mira a México como unidad nacional deja ver muy poco de
su ser.
La
microhistoria para Don Luis es la narrativa que reconstruye la dimensión
temporal de la matria, entendida como contraposición a patria, pues la matria
designa el mundo pequeño, la familia, el terruño. La microhistoria responde a
la historia pueblerina, parroquial, municipal, concreta.
La sociedad microhistórica está
determinada por la geografía por ello se puede decir que es geohistórica en tanto que le da cabida a los hechos del
mundo histórico natural, es decir la relación naturaleza-sociedad impactaba la
organización y dinámicas sociales. Los ciclos de la naturaleza y sus ritmos
afectan la vida de los hombres.
También
identifico tres sociedades y culturas rurales en México: la sociedad indígena,
campesina y ranchera. Haciendo énfasis en los rasgos culturales que hoy
llamaríamos representaciones simbólicas para trazar las diferencias entre
sociedades. La microhistoria va encaminada a
lo cotidiano, el diario vivir, el menester de la vida diaria de las
personas que hacen de la historia no una ciencia del pasado, sino una
disciplina que vive en cada una de las personas. Trata de entender de recuperar
y entender lo que se repite, lo típico, la tradición o hábitos de las familias,
lo que resiste al deterioro temporal, lo modesto y pueblerino. Para don Luis la
estación más importante y difícil del quehacer microhistórico era el
“entendimiento de las personas” que es a fin de cuentas, lo que trata de
comprender la microhistoria.
Al recuperar las microhistorias la
literatura puede ser una aliada infalible, pues a través de mitos, leyendas y
relatos que son narrados de forma oral y transmitida generacionalmente se puede
rescatar un poco de las creencias, hábitos, costumbres y valores que permean la
sociedad. La memoria colectiva como la
memoria del individuo, parte de la ficción, el mito o la leyenda, y se abre
penosamente camino en la realidad.
Aron, R. Dimensión
de la conciencia histórica. Td: Huerta,D. Villegas, P.FCE.
Arias, P. (2006). Luis
González Microhistoria e historia
regional. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social Distrito Federal, México. Recuperado el 20 de agosto del
2018 de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13902112
No hay comentarios:
Publicar un comentario