viernes, 25 de enero de 2019

LA COLONIA "Teatro"

Un poco de historia….

La historia del teatro de México comenzó a tener tal sentido dramático en el mestizaje con la cultura europea. Los españoles utilizaron los autos sacramentales como una herramienta para la evangelización de los pueblos indígenas; llegando a la conformación de las pastorelas y creando elementos plásticos como la piñata para ejemplificar el sentido religioso del espectáculo.
El mayor conocimiento del teatro de la Nueva España se remite a los siglos XVI, XVII y XIX.“ El carácter alegre del mexicano matizo con su idiosincrasia el primer teatro religioso, y aparecieron entonces disfraces, danza y burlas”.


En los primeros años del teatro de la nueva España se hacían coloquios en casas particulares y en corrales, pero fueron prohibidos por el arzobispo Francisco Javier Lizana, 1808.
Los actores resultaban ser asalariados del gobierno virreinal, ya que ayudaban a evangelizar o doctrinar a los “indios” mexicanos.
Las Pastorelas…
Las conocidas pastorelas hoy en día son fruto de aquellas épocas remontas, en donde se utilizaban vestimentas muy sencillas pero adecuadas, musicalización también bastante simplificada, cantos, bailes y actuación alegre.
Un siglo duró meramente está práctica evangelizadora.

JUAN RUÍZ DE ALARCÓN
(Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza; Taxco o Ciudad de México, 1580 - Madrid, 1639) 
Autor dramático, que aunque nacido en México, es considerado una de las figuras mas destacadas del teatro español de los siglos de oro. En 1628 publicó la primera parte de sus comedias, en número de ocho: “Los favores del mundo”, “La industria y la suerte”, “Las paredes oyen”, “El semejante a si mismo”, “La cueva de salamanca” entre otras.
Su teatro cumple con el canon de la comedia española de la época: galanes aventureros, pretendientes irreflexivos y muy delicados en asuntos de honor, mujeres inconstantes, criados inoportunos y enredos difíciles de resolver. Al mismo tiempo, exalta valores morales como la piedad y la amistad sinceras.
El dramaturgo mexicano se caracteriza por su ponderación, su equilibrio, su corrección en el lenguaje y en el verso, su sentido humano de la moral, en una palabra, su discreción, calidades en las que supera al resto de los dramaturgos españoles, aunque no alcanza a los mejores en habilidad para utilizar los recursos escénicos.

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