viernes, 25 de enero de 2019

LIT. MEXICANA: MANUEL ACUÑA

MANUEL ACUÑA
(Saltillo, 1849 - México, 1873)

Manuel Acuña nació en Saltillo, capital del Estado de Coahuila, el 26 o el 27 de agosto de 1849, pues las fuentes difieren a veces en lo referente a la fecha exacta de su nacimiento, y recibió la primera educación en el Colegio Josefino de su ciudad natal. Adolescente todavía, apenas cumplidos los dieciséis años se traslada a la capital de la República con la inicial intención de cursar estudios de latinidad, matemáticas, francés y filosofía, para acabar luego inscribiéndose en la Escuela de Medicina, cuyos cursos siguió a partir de 1868.
La incipiente afición a las letras se impondrá muy pronto en el espíritu del joven aspirante a médico que, ya en 1869, dispuesto a redimir a la humanidad por medio de la enseñanza, las artes y las ciencias, se lanza a lo que va a ser una prolongada y fecunda serie de colaboraciones en distintos diarios y revistas mexicanos. Manuel Acuña comienza así a colaborar en las páginas de numerosas publicaciones periódicas, como El Renacimiento (1869), El Libre Pensador (1870), El Federalista (1871), El Domingo (1871-1873), El Búcaro (1872) y El Eco de Ambos Mundos (1872-1873).
Influido a veces, como en Hojas secas, por el tardío romanticismo español de Gustavo Adolfo Bécquer y transido otras (en Ante un cadáver, por ejemplo) de un materialismo que cuestiona la propia existencia de Dios y se pregunta por el origen y el destino del hombre, por el sentido de su vida en la Tierra, por las razones del amor y el desamor, por la causa final de la injusticia, Acuña va adoptando un tono de encendida protesta existencial y revolucionaria, que no se ve mitigada por la fe religiosa o por el conformismo que debiera ser fruto natural de una cierta madurez, pero que asume en sus poemas humorísticos descarnados acentos de burla.
Violentamente romántico, este drama plantea la redención de una joven prostituta gracias al amor y, en sus páginas, pueden ya rastrearse todas las características de la personalidad humana y literaria del joven poeta; una personalidad balbuciente todavía y que, desgraciadamente y por su propia voluntad, no tendrá tiempo para llegar a sazón.
Su apasionado y no correspondido amor por Rosario de la Peña, a la que elige como inspiradora de todos sus escritos y el objeto de todos sus sueños, le dicta el poema Nocturno a Rosario, la más popular y conocida de sus obras. Pero el sufrimiento moral puede llegar a ser insoportable, el amor desgraciado no engendra tan sólo obras dramáticas o inflamadas creaciones literarias y, por lo demás, como nuestro infeliz enamorado sabe muy bien, los héroes románticos suelen morir jóvenes; ahí están para demostrarlo las tumultuosas vidas de Lord Byron y Percy Bysshe Shelley, ahí está también Mariano José de Larra llamándole desde el otro lado del Atlántico.
El 6 de diciembre de 1873 decide truncar las esperanzas que en él se habían depositado y cierra, con el suicidio, el curso de su existencia. Tendrán que pasar todavía muchos años para que los escasos poemas de Acuña abandonen las fugaces páginas amarillentas de los periódicos o revistas de la época y venzan por fin, ordenados en un volumen coherente, el silencioso olvido de las hemerotecas.

APORTACIÓN A LA LITERATURA
Impulsivo, con destellos de genio, la vida y la obra de Manuel Acuña se truncaron sin llegar a cuajar: becqueriano en Hojas secas y materialista en Ante un cadáver, llega a la ingenuidad romántica en su Nocturno, que es el poema que le ha valido más notoriedad. Acuña es realmente un romántico de primera época, con su significación de protesta revolucionaria sin compensaciones, sin el consuelo de la fe y sin la resignación que la madurez suele proporcionar o propiciar.
Entre los primeros, es uno de los mejores Resignación, motivado por su ruptura con Laura Méndez, al que siguen en mérito los tercetos A Laura y el Nocturno. De los patrióticos, son dignos de mención El Giro, Hidalgo, 15 de septiembre y Cinco de Mayo; de los humorísticos, La vida del campo y A la luna, y de los descriptivos, el rotulado San Lorenzo.

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